Colacho

«Comenzó, como jugando, a complicarle el camino a las hormigas en un intento inconciente de saber cuál sería su reacción ante un acontecimiento imprevisible. De pronto lo asimiló con su vida, con sus propios tropiezos, con su volver a empezar y volver a caer y detuvo su mano.»

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Vivía detrás de la vía y sus compañeros de andanzas “Bicho Moro” y el legendario – yo no lo recuerdo – Beltrame, apodado como “chau pipí” en alusión a que era el temor de los gallineros que visitaba para alimentarse.

Nunca supe su verdadero nombre. Sí que fue un borrachín empedernido, zigzagueante al borde de la caída, chiquito, flaco, con voz entrecortada…

Llegó solo al pueblo, vivió como había llegado y se fue con el vago recuerdo de unos pocos…

Se había sentado en el inexistente cordón de una vereda de mi pueblo.  Estaba cansado en su interior. Mordió distraídamente una ramita de paraíso y su amargo sabor le hizo escupir insistentemente, pero no la largó.  Apoyando los codos sobre sus rodillas abiertas, la deshojó pausadamente y comenzó a jugar con unas hormigas que recorrían, bajo sus piernas,  un camino predeterminado con su pesada carga.

Calles de tierra, veredas de tierra, aire con tierra.  Así de sencilla y complicada era su vida sin apuros ni mayores ambiciones.  Siesta calurosa, transpiración cotidiana, un leve olor a hinojo y la mirada perdida hacia los galpones del ferrocarril. 

Solo, infinitamente solo. En esa tarde y no otras, un nudillo en la garganta había alterado su rutinario sentimiento, pero no supo el por qué.

Comenzó, como jugando, a complicarle el camino a las hormigas en un intento inconciente de saber cuál sería su reacción ante un acontecimiento imprevisible.  De pronto lo asimiló con su vida, con sus propios tropiezos, con su volver a empezar y volver a caer y detuvo su mano.

Sintió un fuerte dolor en el pecho, abrazó sus rodillas y apoyando la cabeza  sobre ellas, se quedó dormido.

Al despertar, el pobre “Colacho” se enteró que su madre había muerto ese mediodía, sola, lejos de él, casi sin recordarlo – al menos él lo sintió así -. 

Comprendió, de pronto,  lo del nudillo en su garganta, lo del acontecimiento imprevisto, su dolor en el pecho y el sabor amargo de aquella ramita de paraíso.

y lloró en soledad…

Muy poco tiempo después murió arrollado por el tren y su imagen se fue disipando como la tierra de mi pueblo.  Hoy, sin saber bien por qué, yo lo recuerdo…

                                                              Buenos Aires,  27 de Enero de 2009

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Plural: 5 comentarios en “Colacho”

  1. Felicitaciones!! Bellísimo el cuento. Quería decirte q tuve el honor de conocer a Colacho… adorable personaje. Marta Alessii

    1. Buenísimas historias .viejos amigos de mi papá…pude conocerlos lindos viejos ..parte de mi historia
      Alejandra Vertiz

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