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Una noche mas

Historias de Iriarte

cuentos de Oscar Marzol

Qué efecto puede tener la ingestión un tanto excesiva del noble jugo de la uva, potenciado con una combinación de alcohol etílico, glicerina, otros alcoholes, antioxidantes, etc. etc. Esto si habláramos de los vinos rescatables pero sin entrar en detalle de aquellos que circulaban por Iriarte en los 80.

Cancha de pelota a paleta en lo de Pedro Aramburu.  Salón contiguo, con piso de maderas un tanto desvencijadas, mostrador largo, heladera de varias puertas forradas en madera y manijas ruidosas, luz de bajo voltaje, vasos robadores de grueso vidrio y culo pesado,  baño al fondo, bomba sapo para enjuagarse un poco con la típica piletita cuadrada como receptáculo,  que a su vez descargaba por un simple agujero a una canaleta inexistente.

Hora para el encuentro, cualquiera.  Mediodía, tarde, noche, madrugada, amanecer.  Qué más daba.

Una “primera vuelta” a cargo del más taura. Gancia para empezar, con quesito cortado a cuchillo, manices  (no maníes ) con cáscara para que duraran un tanto más, alguna salada aceituna ensartada en un escarbadientes, cuadritos irregulares de salamín (ya era un lujo).

La  “segunda vuelta”, con cargo a cada quien,  acompañada de un mazo de naipes, porotos en un platito o en los típicos ceniceros de Cinzano.  Sorteo obligado de cartas para armar las parejas con la mayor “objetividad”.  Giro completo de algunas sillas para atraer a la suerte, refriega de manos para elongar los dedos, algunos primeros gritos para darse aliento y alguna indicación tal como “vamos compañero, preste mucha atención…”.

Poco a poco – al pasar – fueron apareciendo  algunas anécdotas como que a Julio Vargas, tambero en Los Querandíes, cercano al puesto de Sorobeo, le comentaron que le traerían “un boyero” para que lo ayudara.  Agradecido Julio les contestó “bárbaro, le daremos de comer y lo atenderemos como corresponde”.  No, pero estamos hablando de un boyero eléctrico…

El ambiente empezó a entonarse, con carcajadas y gritos

Fue el mismo boyero que luego en el 65 lo dejó zapateando a Cirilo Bogado cuando le pidieron por favor, que lo tuviera un ratito levantado para que pasara don José, y se lo conectaron.

Primera mano del truco – al igual que en el boxeo –  de estudio.  Miradas de reojo para controlar las señas, análisis de las mentiras de los adversarios al aparecer los naipes en la mesa.  Silencio…

Segunda mano – al igual que en el boxeo – “por qué no hiciste la primera”, “no te entendí bien la seña”, “te dejaste correr con nada”, “si no tenés nada, andate al mazo”.  La temperatura va en aumento.  Pedro y la linda Juanita – taberneros –  preguntan sutilmente si se precisa algo y arranca la “tercera vuelta”, con un poquito de soda como para estirarla. Algunos curiosos, sin derecho a opinión, exclamación o seña, solían también ligar algún trago.

De pronto Haroldo Mateljan comenta que Don José, luego de una profunda investigación sobre la desaparición de sus duraznos lo había increpado a Rubén Aragón diciéndole que él había sido el autor “por el tamaño de la mordida”. Para qué …

Un partido, luego la revancha y después “el bueno”.  La noche se alargaba y en algunos se notaba “un ligero descontrol interno”.  Si no había más plata, se cargaba en cuenta, sin riesgo, porque ese crédito era sagrado.  

Recuerda Carlitos Amestoy que Manuel “manolo” Anca Díaz lo tenía amenazado de muerte al gordo Marín – no se supo bien por qué -. En un evento en el Club San Martín, donde éste último hacía de mozo, se movía con soltura entre la gente con la bandeja en alto, repleta de bebidas y vasos.  Manolo se dirigió directamente hacia él y fingiendo que sacaba un cuchillo de su espalda, le clavó un dedo en la panza.  Al día siguiente, todavía estaban juntando los vidrios…

Allí estaban el Gury Larigué, Felipe Díaz, Amestoy, Titi Lovelli, Beto Primo, Julio Perini, Carlitos Galeano, Vilma Mersuglia, Yaya Suárez, Tolosa, el gallego Quintana, Roque Sorobeo y otros tantos.

De pronto Pedro anuncia que era hora de cierre. 

El gallego Quintana y Roque Sorobeo, bien mamados, salieron rumbo a sus domicilios – ninguno de ellos vivía más de cinco cuadras de la fonda –en el auto y, en la primera equivocación tomaron la vieja ruta 7 con destino a San Gregorio.  Cuando llegaron “al Cristo” – cruz enclavada en la esquina de un campo, cerca del ferrocarril – sospecharon que debían retornar al punto de partida.  Era un cruce, el auto quedó en el centro dando como posibles cuatro alternativas. Luego de algunas discusiones se pusieron de acuerdo en que la salida era para aquel lado… En su segunda equivocación terminaron avanzando en el mismo sentido, rumbo a Diego de Alvear, hasta que en una inmensa laguna quedaron empantanados.  El sol de la avanzada mañana los despertó y su “mejorado” razonamiento los devolvió a los hogares correspondientes.  

Mientras tanto, en la gran ciudad, qué…

                                                                                                                  Oscar Marzol

                                                                             Buenos Aires, 27 de Junio de 2020

Escucha el audio de este cuento:

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Comments (1)

Qué hermoso que está este cuento!!!! cuántas personas conocidas!!! qué nostalgia de esos tiempos!!!!Esos cortos encuentros con cada una de esas personas, hacen de Iriarte mi nido!!! Gracias Oscarcito

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