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¿ Ganamos 4 a 3 y medio ?

Historias de Iriarte

cuentos de Oscar Marzol

Cuenta la leyenda que en los años 81,82 y 83, un grupito de jugadores “iriartenses” entre los que estaban  Ricardo “mosquito” Marzol, César Nicolás, Sergio “ortiga”Guidobono, José Perini, Gabriel “masita” Garnica, “pichi” Aragón, Horacio “trucha” Castrillón,Ariel “poroto” Cabrera, “capuchi” Lanata,  Miguel “cumbia” Ramírez, Juan C “biyú” Marconi,  arrasaban con cuanto campeonato de fútbol apareciera en el camino.  Diego de Alvear, San Gregorio, Juan Bautista Alberdi, Germania, Colonia Alberdi…César Nicolás y mosquito Marzol trabajaban en una modesta sucursal que el Banco BID (Banco de Intercambio Regional) había establecido en Iriarte y se ve que su “afición al trabajo” administrativo no era tal, dado que comenzaron  allí mismo a pergeñar un equipo competitivo para poder participar en serio y de dejar de “disfrutar” el juego, perdiendo permanentemente.

Estaban las ganas pero faltaba “el cómo”.  En una visualización inteligente mosquito sugiere como nombre del equipo “Marzol Cereales” (empresa que podía bancar los gastos) y su Gerente Armando era “proclive a la fama”.     ¡¡¡¡  Brillante!!…

Otros hicieron algo parecido.  La “Ford” de Rizzardi en Alberdi, por ejemplo, uno de los más fuertes.

Armando viajó a Buenos Aires y le solicitaron que consiguiera “los botines”.  Preguntó a varios sobre los números del calzado de cada uno de ellos y como nadie le respondía, fue al Once y en una “súper oferta de calzado a granel” compró 10 pares del 44.  “Al que le queden grandes que le ponga un pedazo de algodón en la punta” sentenció.

¿Qué sucedió…?  Era tan beneficiosa “la oferta” en aquel negocio que sin reparar en el tema, el vendedor le embolsó los 20 botines sin prestar demasiada atención en el pie al que correspondían. Llegó Armando media hora antes del primer partido y los repartió. “CapuchiLanata” que era delantero derecho terminó con dos botines de pie izquierdo, “Cumbia Ramírez”, delantero izquierdo, con dos botines derechos y el 9 central “Poroto Cabrera”, en su apuro por entrar al campo de juego, con botín izquierdo en el pie derecho y botín derecho en el pie izquierdo.  Todos miraron hacia el alambrado para ver si lo localizaban a Armando ¡Ni rastros..!

Repuesto el equipo y habiendo ganado el partido, a pesar de todo, al día siguiente se presentaron en la oficina correspondiente y entre anécdota y anécdota, el “sponsor oficial” comprometió su palabra para subsanar rápidamente el problema.

Fueron tres años sucesivos de victorias pero en el último de ellos, la gente de Alberdi les pidió reiteradamente, ante su negativa, que por favor intervinieran en su campeonato organizado por primera vez ya que su participación prestigiaría el mismo – según ellos–. Les pareció un “gesto de caballerosidad” con el pueblo vecino y aceptaron.

Al participar en 3 torneos simultáneamente las fechas se superponían, llegando a jugar todas las noches, de domingo a domingo. Algunos confesaron que sus madres le rogaban, por protección ambiental, que colgaran a secar su ropa cerca del gallinero, dado que no daba tiempo para lavarlas entre partido y partido y en el caso del calzado que lo pusieran arriba del techo del mismo, si fuera posible…

Habían ganado el campeonato de Iriarte, un miércoles, el sábado en San Gregorio contra La Chingola, empedernidos corredores, tras una batalla campal en el campo de juego y fuera de él. Llevaban una racha de 63 partidos, perdiendo solo 3, empatando 7 y ganando el resto. Faltaba la gran final de Alberdi, frente a los adversarios de siempre, la Ford.

Iriarte entero salió rumbo al pueblo vecino.  Los seguidores “incondicionales” el “puntano” Pérez, Padilla, el “coco” Oyarce, la “gorda” Vilma Mersuglia pero se olvidaron de trasladar al equipo.  Los salvó el “flaco” Dadich que con su estanciera y muy poca nafta, pero con las ventanillas todas abiertas, los llevó, llegando con el tiempo bastante ajustado…

La final, el entorno escalofriante, el equipo medio maltrecho y agotado, las hinchadas vociferando epítetos peyorativos.  El referee Tito Blas, traído desde Junín exclusivamente para las finales, no manejaba el tiempo ni los cambios los cuales eran comandados desde la “mesa de control” para que no hubiera sospechas.  Lo que sí aplicaba era la “ley de las compensaciones” balanceando patadas, empujones, manotazos, etc. concediendo a cada uno la posibilidad de revancha libre de sanciones. Partido a cara de perro…

Luego de una desventaja de 0 a 2, el equipo de Iriarte logra reponerse y lo revierte a 4 a 2.  Nivela la Ford en 4 a 3 y faltaban escasos 2 minutos.  Los de Iriarte la mandaban a la tribuna, lo más lejos posible pero el tiempo era eterno…

Ellos toman la pelota en su área y cuando pasa por la mitad de la cancha, desde la mesa resoplan el silbato que, ahogado por la multitud no todos oyeron, aunque sí algunos jugadores vieron claramente la señas de “ya está” con los brazos. Otros siguieron corriendo. El delantero rival patea desde la línea del córner hacia el arco, donde el guardavallas José Perini para quien el partido había finalizado ni intenta tomar el balón que,  pegando en el palo rebota en su pierna y entra al arco, convirtiéndose en el gol del empate. ¡ Para qué…!

La gente dentro de la cancha, discusiones, peleas, policías, borrachos y cuantos más quisieran verter sus opiniones.

El Director Técnico de Iriarte, don Juan Nicolás y “mosquito” que no había jugado por una sanción anterior, logran convocar a una reunión entre ellos, los representantes de la Ford, los capitanes, delegados, referee y la mesa de control fuera del alcance de los hinchas.  El presidente de la mesa le pregunta al capitán de Alberdi para que “sinceramente” dijera “dónde estaba la pelota cuando sonó el pitazo y se movieron las manos”.  “En la mitad de la cancha”. “Bueno, Señores, el ganador es el equipo de Iriarte”.  Se ganaba así el tercer campeonato de la temporada con un resultado que podemos definir como 4 a 3 y ½. Seguramente fue “un gesto de caballerosidad recíproca” de la gente de Alberdi.

Marzol Cereales, con Don Ramón (“rondamón”) Marzol a la cabeza ingresaron al Club San Martín donde el “toyo” Díaz – conserje – los esperaba para el brindis.  Ramón pagó 75 botellas de cerveza y el puntano Pérez 3 botellas de wisky. El festejo duró hasta las 6 de la mañana…

Oscar Marzol

Basado en un relato que enviara César Nicolás – Noviembre de 2020

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Comments (2)

Pablo commisso

Fui participe de varios campeonatos ,durante varios años, que organizaron en iriarte, hermosos recuerdos vienen a mi memoria, Saludoooossss a la distancia

Stella máris miranda

HERMOSO RECUERDO, VER A MI PRIMO SERGIO GUIDOBONO Y A MIS TIOS, CUANTOS RECUERDOS GRACIAS, GRACIAS MIL GRACIAS…..

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