Compartimos con Ustedes el relato que obtuvo el Quinto puesto en el III Concurso Internacional de Relatos de Campo y Pueblo.
Su autora Lidia Ocampo Romero, Chifu, nació en el año 1978, en la ciudad de Firmat provincia de Santa Fe.
Criada en barrio Fredriksson, anteriormente llamado Villa Regules, escenario donde se desarrollan varias de las historias escritas por ella, incluida “La Carneadaâ€, mostrando costumbres, tradiciones y realidades barriales de tiempos pasados.
Actualmente se desempeña como docente y tallerista en La Red Solidaria, y busca vida por naturaleza. Es madre de dos niños.
Lidia aprendió a leer a los tres años y escribe desde pequeña como un modo de canalizar diferentes emociones.
En su adolescencia participó y ganó varios concursos literarios nacionales y provinciales. En esta ocasión fue alentada a participar por Lila Gianelloni, escritora rosarina, quien le envió las bases, y su mejor amiga.
La carneada
Era una frÃa mañana de agosto de 1982.
Ya con el primer canto de los gallos marchamos los cinco primos en fila india por el caminito estrecho que atravesaba el campo para no mojarnos los pies con el rocÃo de los pastos rumbo a la casa de nuestro vecino Petiso Ocampo, estirándonos las mangas de los viejos pullovers de lana heredados de otra generación de familiares para calentarnos las manos.
Entre el humo de los fogones y el hervor de las ollas, andaba Reja la esposa de Petiso con un tenedor atado a un palo de escoba y una cuchilla Arbólito en las manos. TenÃa un delantal blanco, con una cofia del mismo color de la cual se escapaban algunos mechones de pelo rebelde color rojo fuego, era descendiente de Austriacos, alta, con ojos verdes como la hierba de pollo en primavera y una sonrisa gigante. Salió a recibirnos alegremente:
-Madrugaron hoy!! Hace frÃooo vayan a la galerÃa a tomarse una taza de café calentito, está la tetera en la cocina a leña, y agarren unas tortas negras de la bolsa de papel que recién las trajeron de la panaderÃa… FijateNego que en el perchero hay una campera vieja roja, ponétela que hace frio… y vos Garrafa sacate esas zapatillas que están húmedas y ponete esas botas de goma. Hace frÃo para andar asÃ…
En la galerÃa habÃa varias personas abocadas a despostar los cerdos que habÃan matado la tarde anterior, con cuchillas grandes sacaban con cuidado cueros, grasa y carne y lo iban depositando en distintas bandejas. La primera, la de la grasa, era llevada al patio donde en una mesa la esperaban dos personas que la cortaban en tiritas finitas y en cubitos, luego la volcaban en ollas de fierros de tres patas que estaban en el fuego, donde se iba derritiendo, a medidas que la revolvÃan, para luego dividir en dos recipientes: grasa y chicharrones…
Nosotros nos quedamos en el sector de la galerÃa, ayudando con la carne, una vez retirada de los huesos, es metida en la maquina picadora, en donde por turnos somos los encargados de dar vueltas la gran manivela que se hace por momentos pesada; una vez molida la carne pasa a una mesa grande de madera muy bien higienizada para la ocasión, donde se condimenta, y deja reposar un rato tapada por un lienzo blanco, el olorcito tan caracterÃstico a chorizos ya impregna el lugar…
-Vamos a probar como está- dijo el hombre gordo encargado de los condimentos, mientras pone una sartén al fuego y un manojo de carne que chirrea.
-Nego es un bocado para cada uno!!! Es solo para probar. No seas angurriento! Que dijo la abuela? Susurro Garrafa mientras le arrancaba el tenedor de las manos y lo dejo con la boca abierta pues estaba a punto de comerse la tercera ración…
– GurÃses no se peleen, vayan a arrimarle leña al tacho que está en el fuego al lado de la quinta -dijo alguien de los mayores.
Y ahà fuimos, pusimos unos troncos de paraÃso seco abajo del tacho de 50 litros donde se estaban hirviendo patas y cabezas, para luego hacer el queso de chancho, y esa era mi sección favorita, porque ni bien estaba cocinado, sacaban un pedazo de carne, le ponÃan sal entrefina y comÃamos a la orilla del fuego…
Tili siempre elegÃa el sector de las morcillas, y esta vez como de costumbre ni bien las sacaron de hervir le dieron una medio reventada, que apenas dejo enfriar y se comió con muchas ansias, sin pan, quedándole un pedazo de cebolla de verdeo en los dientes, que me causo mucha risa.
Coquito se instaló en la maquina embutidora de chorizos y daba vuelta a la manivela, ya cansado porque estaba desde temprano, pero él querÃa ser el único asà que lo dejamos, es el más chiquito y caprichoso y si le decÃamos algo seguro hacia algún berrinche…
Al medio dÃa, mientras preparan los costillares asados para todos los colaboradores, los chicos nos encargamos de salir en bici y vender casa por casa.
– Chorizos, morcillas, codeguines, y huesos para puchero están ya y hay algunas tiras de costillas… Oferten las bondiolas, pancetas y queso de cerdo para dentro de 15 dÃas. También va a haber salames. Anoten todo y no vayan a perder la plata -dijo la dueña de casa.
Y felices marchamos, Coquito y yo en dos Gracielitas viejas, un poco destartaladas, con un lápiz y un papel para anotar los pedidos adentro de una bolsita para no perderlos, Nego, Garrafa y Tili corrÃan, y se reÃan a carcajadas, era una competencia para ver quién vendÃa más…
Entre el ladrido de los perros Ãbamos y venÃamos con los repartos, ya para cuando estaba listo el asado habÃamos vendido todo.
Sentados donde se podÃa, una silla, un tronco o el piso comimos con rodajas de pan en la mano las costillas largas, que sostenÃamos como si fuera una flauta o algún que otro chorizo.
-Tilitomá un poco de jugo que estas atragantado como ñandú!!!! -dijo Petiso, el dueño de casa y todos se reÃan al verlo que estaba masticando con los cachetes inflados, tenÃa un chorizo en una mano y una costilla a medio pelar en la otra, y sobre las rodillas juntitas un puñadito de chicharrones…
-Dejalo tiene hambre, trabajo mucho… después les voy a dar ensalada de frutas…decÃa la esposa.
Y nosotros comimos como si fuera la última cena, lo que pasa es que en realidad nunca nos abundaba tanto, entonces nos llenamos bien.
Terminado el almuerzo luego de escuchar unos chamamés de Tarrago Ros en el tocadisco que habÃan sacado al patio y ver como bailaban, saludamos a todos los vecinos y nos retiramos a casa.
-Llévenle a la abuela para que pruebe, hay unos huesos para puchero, chorizos y morcillas…unos salames para que cuelgue y ni bien esté el queso de cerdo le doy un pedazo. Gracias por venir, lleven ese poco de jugo Trechel y el pan que sobro también. Ah, y allá arriba de la mesa aquella (me dijo señalando al otro extremo del patio) hay una muñeca para vos Lilita y una pelota para ustedes…ojo que no les vayan a comer los perros las cosas. Acá en Regules chicos y perros es lo que sobra.
Y luego de recibir un beso ruidoso de Reja cada uno en la mejilla, emprendimos el viaje de regreso cargados de bolsos llenos.
Cuando Ãbamos a mitad de camino Nego saco la pelota, comenzó a patearla y gritó emocionado:
-Maradona, Maradona, Maradona lleva la pelota, la hinchada está a punto de gritar gol, gol, gol de Boquitaaaaaaaaa!
Dejamos los bolsos en el piso y empezamos a correr, gritando y riendo, tenÃamos por fin una pelota nueva y de cuero, ésta no era como la de trapos, era de las de verdad.
Tili mareando le pegó una patada a Coquito en el tobillo que se largó a llorar y salió corriendo amenazando con decirle a la Abuela…Como siempre…
-Juiiiiiiiiraaa, juiiiiiiraa perros!!! Se escuchó de repente y un silbido retumbo en el descampado.
Miramos para atrás olvidándonos de Coquito y ahà estaban, los perros con la cabeza metida en nuestros bolsos haciéndose un festÃn…todo un dÃa de trabajo llenando el estómago de los galgos de nuestro vecino Don Chiche Montes…
-La abuela nos mata dije…apretando la muñequita contra el pecho…
-Con lo rico que estaba todo… dijo Tacho.
Y caminamos cabizbajos entre los cardales y las verbenas, pensando que decirle a la abuela que nos esperaba en casa…
Lidia Ocampo Romero
Simplemente ¡PRECIOSO! tu relato Lidia, me trajo recuerdos de mi niñez con olor a pueblito pequeño y querido
Brillante como todo lo que escribÃs, Tenes el don de transportarnos a vivir tus historias. Orgullosa de vos
Muy lindo relato. Me trasladó a mi infancia cuando participaba de las carneadas. FELICITACIONES!!!!!
MuchÃsimas gracias por el apoyo incondicional de siempre!!! te quiero con el alma.
Un millón de gracias!! Me alegro mucho que te haya gustado.
un abrazo enorme!
Muchas gracias!! Me alegro mucho que haya causado ese efecto en vos la lectura de mi cuento, que lindo…un abrazo
Señora Lidia, preciosa pintura de algo tan tradicional en el campo argentino. Le solicito autorización para su publicación en nuestro medio digital http://www.elabcrural.com. Me hicieron llegar hermosas fotos actuales sobre una carneada que servirán para ilustrar su trabajo. Espero su comentario.
Miguel Vencius
Jefe de Redacción El ABC Rural
Estimado Miguel Vencius, serÃa un honor que mi cuento sea publicado en http://www.elabcrural.com, asà que siéntase autorizado para hacerlo. Etiqueteme @LidiaOcampoRomero (chifu) o avÃseme asà lo puedo ver . Saludos cordiales