Historias de Iriarte
Cuentos de Oscar Marzol
Una y media de la mañana. Noche muy frÃa, con una tenue niebla que invitaba a entrar…
Automóvil prudentemente estacionado, un pullover descuidadamente anudado al pecho, una discreta dosis de perfume al inicio y una fumigada violenta que cubrió desde las orejas hasta los zapatos, después, y un caminar con paso decidido hacia la entrada del boliche.
Imparable, con una justa combinación de seducción y soberbia.
Un saludo discreto a las autoridades del lugar y el show comenzaba tal cual lo planeado.
El ingreso fue suave, con una mirada investigadora casi sin mover el cuello. La barra, un whisky, un movimiento de cabeza muy ligero y casi despectivo hacia algunos conocidos tratando de evitar su acercamiento; la patita sobre el caño negro que circundaba la barra, un pucho y…. el diseño de la estrategia. El suave golpeteo de los cubitos en cÃrculo sobre las paredes del vaso le iban marcando el tiempo. El humo interno del lugar lo llevaba a suponer que estaban casi todas lindas. Aprovechó los continuos desplazamientos para auscultar en detalle y elegir la presa y cuando consideró que aquella era la música apropiada para su estilo, se sacó el vaso de encima con un empujoncito y como buscando no se sabe qué, se puso a tiro…
“Hola chiquita, yo se que es muy difÃcil intentar un acercamiento repentino. Sin conocernos, con las dudas naturales de algo imprevisto, con un poco de desconfianza mutua por la circunstancia que nos acerca y por el permiso casi agresivo que debo tomarme buscando tu oÃdo para que me entiendas. Me permito preguntarme cómo serás más allá de tu esbelta figura y tu encantador perfume y al mismo tiempo tratar de percibir qué será de mi destino ante tu respuesta casi circunstancial. Pienso que esta tenue luz que nos esfuma desmerece seguramente esa belleza de niña mimada, algo caprichosa, de suaves modales, de mucha simpatÃa, de pautas muy claras para el hombre elegido. Debo decirte, además, que no me gusta el pasatiempo, la vida frÃvola, la charla sin sentido, la música demasiado estridente, el alcohol en exceso, ni la mujer sin resistencia. Supe de tu ruptura reciente, de la pena que guarda el alma ante el fracaso y presiento tu dificultad para volver a enamorarte. Quisiera yo encontrar la mujer de mi vida, la contención de esa soledad que sólo la percibe quien la lleva a cuestas, la fuerza que sólo da el ser en quien uno deposita sus anhelos…
Ella lo miró como confundida y le dijo “Si, está todo bien. Gracias…, pero no bailoâ€
Una tenue sudoración surgió en su organismo todo. Giró disimuladamente como buscando un por qué y con discretos empujoncitos se volvió al punto de partida. Se acodó lentamente en la barra, casi extenuado y, suspirando profundamente, ordenó un whisky doble.
(Homenaje al chamuyero de mi hermano Oreste y en su persona a la de tantos que – cuando otros no pueden corroborarlo – , te las cuentan a todas como ganadas)
Buenos Aires, 15 de Agosto de 2008
Escucha el audio de este cuento:
No!!!! Con Orestes , alguien como Yo salgo en su defensa ….abrazos
Este relato no hace mella en la estirpe del MATADOR de Iriarte!!!!
Jajaja me lo imagino a Oreste !Besos primos queridos ðŸ˜
Es un genio!!! es una persona espectacular, solidaria y generosa. Te amo Orestito!!