cuentos

«Cuando hablaba con sus amigos de confianza solía decirles que si alguien le gustaba, él no tenía límites. Estaba dispuesto a todo porque su lema era “solo el que ama, comprende”. No le temía a nadie y lucharía por su presa hasta las últimas consecuencias.»

«Cierta mañana, don Marcos le pide encarecidamente al Cleto que se acerque a su casa a fin de revisar su precaria instalación eléctrica y esté accede sintiéndose un verdadero electricista.»

«Don Marcos Loza, vecino de confianza divisó que entre tantas había una “clueca” con su típico sonido delatando ese estado emocional. «

«Los horarios en verano eran de 7 a 11 por la mañana y de 15 a 19 en la tarde. Este turno tenía coincidencia parcial con los asistentes al curso de “catequesis” que dictaba en la capilla Santa Teresita una monjita que venía desde el pueblo vecino de San Gregorio (la “monja negra” según los chicos, por su tez morena).»

«Se armó un desafío por pocos pesos entre dos grupos de tres y Américo sería el referee. Todo anduvo bien hasta que en un reñido final el árbitro le anuló un tanto al “pata Agraso”- linda piedra para la honda-diciendo que había adelantado la pelota (…)»

«Luego de un viaje de casi una hora llegaron a Iriarte. Agustín lo llevó a Juan hasta su casa. En el momento del saludo final, con la ventanilla del acompañante abierta, ambos – al unísono – se preguntaron sobre el destino final de la gallina.»

«Una noche de crudo invierno, don Simón debió asistir a una fiesta de los ganaderos de la zona, donde concurrió con doña Zulema, su mujer. Alfonso quedaría de guardia con la misma tranquilidad de siempre. Sólo le preocupó, que en su apuro, Simón no le dirigiera palabra alguna. Estaría disgustado, ó simplemente le molestaría no poder invitarlo a tal evento?»

«Se sentó a la sombra de un viejo ombú, apenas distante unos diez metros de la senda elegida, por donde ella solía pasear cantando alegremente con un fino vestidito de tenue color amarillo…»

«Al tiempo, cuando se encontraban disimulaban su malestar, pero ya los abrazos no tenían el apretón franco de la amistad.»

«Poco a poco nos fuimos acomodando alrededor de la mesa. Todo era un murmullo agitado, alegre, ruidoso, festivo. Para nosotros los chicos, emocionante, desordenado, ansiosos por los festejos cuya hora se aproximaba. Para los grandes, no sé…»

«Imparable, con una justa combinación de seducción y soberbia.
Un saludo discreto a las autoridades del lugar y el show comenzaba tal cual lo planeado.»

«Una de aquellos días de mis once años me encontró afectado por una indisposición estomacal que allí… y por aquel entonces se llamaba “empacho”; enterado de la emergencia mi gran amigo Tito Mateljan me llevó pedaleando a contramano de los rayos del sol de la tarde.»