relatos

Durante un tiempo fue profesora de piano. ¡Claro, había nacido para tener paciencia! Sus padres fueron, según mi pobre percepción, tan “chapados a la antigua” que me temo nunca se permitieron decirle : “te quiero”. Sin embargo, siempre supieron que contaban con ella. Para todo.»

«Nunca le importó – porque yo presiento que así fue – ni el baile en sí mismo, ni los partidos que no entendía. Sí le importaban un buen choripán y un vaso de tinto que alguien se encargaría de acercarle; y sobre todo, esperaba el cariño familiar del que tan mezquinamente lo había dotado la vida. Y tuvo su mayor familia en el pueblo entero.»

«Logró despertar la envidia de los invitados varones con su habilidad para los pollos a la parrilla rociados sólo con limón y la aprobación de las mujeres por su capacidad histriónica, que despertaba curiosidad y alegría. Innumerables “aplausos para el asador”, que él respondía con un simple gesto como no dándole importancia ( pero que en el fondo, disfrutaba)»

«Llegó el sábado 26 de mayo del 70. Frío, con una persistente y fina llovizna de otoño. En la fonda de la cancha de paleta de don Pedro Aramburu se habían congregado los peones de estancia y los trabajadores changarines del pueblo.»

«Todos estaban excesivamente alegres. El notó que sólo Julián, el menor del grupo, se miraba para adentro. Comprendió que en algo se parecían y por eso prefirió no preguntarle nada.»

«Fueron duelos de ingenio: él amagaba con irse, haciendo ruido como si se retirara de la habitación y ellos caían en la trampa ligando lo que viniera con chancleta o cinturón. Pero aún así, muchísimas veces se escaparon.»