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Compartimos con Ustedes el relato que salió Séptimo en el III Concurso Internacional de Relatos de Campo y Pueblo. Su…
«Nunca le importó – porque yo presiento que asà fue – ni el baile en sà mismo, ni los partidos que no entendÃa. Sà le importaban un buen choripán y un vaso de tinto que alguien se encargarÃa de acercarle; y sobre todo, esperaba el cariño familiar del que tan mezquinamente lo habÃa dotado la vida. Y tuvo su mayor familia en el pueblo entero.»
«Asà eran, casi todos los dÃas, excepto los sábados y domingos que agregaban algún bailongo, el cine en lo de Costantini, la misa, el asado, alguna carrera cuadrera en el pueblo ó fuera de él, un campeonato de fútbol, una visita inesperada.»
«Una tarde en la estancia, estaban varios tales como Haroldo Mateljan, el Vasco Larrañaga, Carlitos Guidobono, el Nato y, por supuesto José y Cacique mirando caer una copiosa lluvia, desde la plataforma cubierta donde atracaban los carros lecheros para entregar sus tarros, tomando unos mates para aprovechar el tiempo y hablando de todo un poco – básicamente, con poco contenido.»
«La media manzana siguiente, paralela a la de Romitti, era todo un terreno descampado. AllÃ, en su parte central, se construyó la Iglesia por el año 1965.»
«Olegario “Moncholo†Montiel, Francisco “Malacara†Sorobeo, Ramón “Cacique†Herrera, Juan “Mandinga†Aparicio, “El Toto†Cincunegui y “Cabecilla†Hernández ya estaban juntos desde el mediodÃa.
El único que faltaba era Placentero.»
«Aquella noche, en una camioneta Ford, se dispuso salir a “peludearâ€, es decir, cazar peludos. Peco, Omar y yo, en la cabina. Oreste, Armando, Gallito y los dos ingenieros ( a quienes demostrarÃamos nuestras habilidades) junto a dos tarros lecheros de cincuenta litros y unos tarros con manijas, en la caja del vehÃculo, con reflectores para localizar los pozos y una vez allà echarles agua para que los animalitos salieran de su madriguera.»
«Súbitamente, a eso de las 21 horas se abre la puerta y entra un “crotoâ€, bien croto que, según él mismo comentara, bajó del tren carguero que desde Godoy Cruz, Mendoza, se dirigÃa a Buenos Aires. Sucio, con derruidas alpargatas, pantalón a la pantorrilla, saco cargado de no se supo qué pero con sus bolsillos bien estirados y una gorra impresentable. Miró, saludó sin saludar, y se pidió “una cañaâ€.
«(…)El estado de los allà presentes en esa noche era calamitoso pero la decisión no se hizo esperar. Con el gringo Belladelli a la cabeza, César Nicolás, Fabián “el ruso†Primo, “mosquito†Ricardo Marzol, Sergio RamÃrez, el “vasquito†Amestoy, Gabriel Garnica y algunos más salieron en busca de una cama donde reposar, al menos, tres horitas.»
«Estaban las ganas pero faltaba “el cómoâ€. En una visualización inteligente mosquito sugiere como nombre del equipo “Marzol Cereales†(empresa que podÃa bancar los gastos) y su Gerente Armando era “proclive a la famaâ€. ¡¡¡¡ Brillante!!…»
«La muerte se habÃa producido a las 10 de la mañana. El efecto dura veinte minutos. Alguien habÃa entrado en ese espacio de tiempo. ¿Con qué propósito? Era viuda, sin hijos. Mujer respetada. Trabajaba en costuras, bordados, planchaba para afuera. Costumbres serias.»
«En la partida de cada uno de ellos, mi pueblo fue perdiendo en mi interior un poquito de encanto. Vinieron otros, como sus hijos, que le han dado emociones nuevas, pero que no reparan ese cristal resquebrajado de la primera foto, del tiempo en que uno sueña con una vida interminable y feliz.»