relatos de pueblos

«Olegario “Moncholo” Montiel, Francisco “Malacara” Sorobeo, Ramón “Cacique” Herrera, Juan “Mandinga” Aparicio, “El Toto” Cincunegui y “Cabecilla” Hernández ya estaban juntos desde el mediodía.
El único que faltaba era Placentero.»

«Un día, dirigiéndose a Martín Odriozola, vasco con un buen pasar, buen sentir y bastante mayor que él, le dijo “quisiera subirme a un caballo pero mi viejo me amenazó con una paliza si lo intentaba. ¡ Vos sabes como es el viejo…!”

«Comenzó, como jugando, a complicarle el camino a las hormigas en un intento inconciente de saber cuál sería su reacción ante un acontecimiento imprevisible. De pronto lo asimiló con su vida, con sus propios tropiezos, con su volver a empezar y volver a caer y detuvo su mano.»

«La noche de invierno del 17 de julio de 1962 presagiaba una velada boxística de primer nivel en el Club San Martín de Iriarte. Pelea pactada a diez rounds entre el crédito local Miguel “Cirujano” Bontempo y el campeón provincial Avelino “Rompehuesos” Sagardía. Arbitro del combate… ¡quién otro que no fuera el Cacho Arriola!»

«Nunca le importó – porque yo presiento que así fue – ni el baile en sí mismo, ni los partidos que no entendía. Sí le importaban un buen choripán y un vaso de tinto que alguien se encargaría de acercarle; y sobre todo, esperaba el cariño familiar del que tan mezquinamente lo había dotado la vida. Y tuvo su mayor familia en el pueblo entero.»

«Logró despertar la envidia de los invitados varones con su habilidad para los pollos a la parrilla rociados sólo con limón y la aprobación de las mujeres por su capacidad histriónica, que despertaba curiosidad y alegría. Innumerables “aplausos para el asador”, que él respondía con un simple gesto como no dándole importancia ( pero que en el fondo, disfrutaba)»

«Llegó el sábado 26 de mayo del 70. Frío, con una persistente y fina llovizna de otoño. En la fonda de la cancha de paleta de don Pedro Aramburu se habían congregado los peones de estancia y los trabajadores changarines del pueblo.»

«Fueron duelos de ingenio: él amagaba con irse, haciendo ruido como si se retirara de la habitación y ellos caían en la trampa ligando lo que viniera con chancleta o cinturón. Pero aún así, muchísimas veces se escaparon.»