historias de pueblos

por Carmen Verlichak Entrevista, Diario del Viajero (21/10/2020)

«A su regreso, al tranco, después de cada mediodía, sus padres lo esperaban para compartir el almuerzo.  Dormía dos horas de siesta, hacía sus deberes y con la honda colgada al cuello, se dirigía al monte cercano con la intención de cazar alguna torcaza.  Caía la tarde y su imaginación sobre el ya amarillento sol del oeste, lo llevaba hacia el futuro promisorio que sus padres avizoraban.»

«Habían arribado al pueblo dos nuevos policías, Asunción y Nicolai. A poco de estar allí, la escasa densidad poblacional permitía establecer vínculos amistosos entre controlantes y controlados.»

«Faltaba ya escaso tiempo para la hora señalada de largada y, aparentemente los nervios le estaban jugando una mala pasada. El predio de la competencia era un parque arbolado de grandes eucaliptus donde los asistentes, aprovechando su sombra estacionaban los vehículos. De pronto, nuestro eximio deportista salió raudamente hacia los baños y los encontró a todos inexplicablemente ocupados.»

«Adentro, piso de madera, un antiguo mostrador, algunas botellas desparramadas en una desparramada estantería y en una de las tres mesas habilitadas a los parroquianos, con un vaso de aperitivo Amargo Obrero, soda y una rodajita de limón se había acodado Vicente Villalba.»

«Una tarde en la estancia, estaban varios tales como Haroldo Mateljan, el Vasco Larrañaga, Carlitos Guidobono, el Nato y, por supuesto José y Cacique mirando caer una copiosa lluvia, desde la plataforma cubierta donde atracaban los carros lecheros para entregar sus tarros, tomando unos mates para aprovechar el tiempo y hablando de todo un poco – básicamente, con poco contenido.»

«Noche cerrada y fría. Así la describiría al día siguiente lo sucedido, mi amigo “Botellón” Lovelli, quien tenía cierta tendencia a elaborar con algunas tergiversaciones sucesos con situaciones grandilocuentes en donde él era el principal protagonista (…)»

Arroz con leche

«Siempre me he preguntado cuál de las pasiones del hombre mide menos las consecuencias de sentirlas a pleno: amor o juego. Lo vivido dice que el amor puede llegar a redimir. Nunca el juego. Pero la intensidad…»

La Centinela

«Y entraron a pasar los años. Cada vez la frontera con el indio se fue alejando más de LA Centinela. Ya Pichí Contreras tenía doce años expertos, de excelente físico y admirables condiciones humanas (…)»

EL 29

«Los indos de Epúmer acallaron sus festejos. Estaban desconcertados y el pudor de su lealtad los hacía caracolear con sus caballos alrededor del cacique. Los rostros anunciaron el miedo. Las carcajadas de Margarita destrían la razón del universo (…)»

«Se enteró que se había puesto de moda un baile mensual de “solas” y “solos” en el Club Puerto Belgrano, en San Gregorio y eso le permitió pensar que sería una buena oportunidad para, al menos, poder dirigirle la palabra. También supo que ella, aunque no siempre, había asistido a dichos bailes.»

El legado

«Caminé hasta la camioneta. Tanteé debajo del asiento. Allí estaba el revolver. En dos trancos me acerqué a la puerta. Un disparo y el candado enmohecido saltó hecho añicos. Una patada y la puerta se abrió con un chirrido.»