relatos de pueblos

Historias de Iriarte Relatos de Oscar Marzol Había una vez un pueblo que se preparaba en exceso para recibir los…

«Manuel – Manolo – Anca Díaz ( serio, demasiado serio, ceremonioso, amante de los caballos de trote y de sus carreras, padre de quien luego sería nuestro veterinario, el Negro ( chivo ortigado ) Anca ; era dueño en realidad de toda la manzana, incluida nuestra casa (la de Ramón).»

«Así eran, casi todos los días, excepto los sábados y domingos que agregaban algún bailongo, el cine en lo de Costantini, la misa, el asado, alguna carrera cuadrera en el pueblo ó fuera de él, un campeonato de fútbol, una visita inesperada.»

«Cierta mañana, don Marcos le pide encarecidamente al Cleto que se acerque a su casa a fin de revisar su precaria instalación eléctrica y esté accede sintiéndose un verdadero electricista.»

«Los horarios en verano eran de 7 a 11 por la mañana y de 15 a 19 en la tarde. Este turno tenía coincidencia parcial con los asistentes al curso de “catequesis” que dictaba en la capilla Santa Teresita una monjita que venía desde el pueblo vecino de San Gregorio (la “monja negra” según los chicos, por su tez morena).»

«Luego de un viaje de casi una hora llegaron a Iriarte. Agustín lo llevó a Juan hasta su casa. En el momento del saludo final, con la ventanilla del acompañante abierta, ambos – al unísono – se preguntaron sobre el destino final de la gallina.»

«Se sentó a la sombra de un viejo ombú, apenas distante unos diez metros de la senda elegida, por donde ella solía pasear cantando alegremente con un fino vestidito de tenue color amarillo…»

«Había resuelto reunirme unos momentos con mis padres y Teresa, mi abuela materna. Resultó distendida, profunda, definitivamente contenedora.»

«Poco a poco nos fuimos acomodando alrededor de la mesa. Todo era un murmullo agitado, alegre, ruidoso, festivo. Para nosotros los chicos, emocionante, desordenado, ansiosos por los festejos cuya hora se aproximaba. Para los grandes, no sé…»

«Imparable, con una justa combinación de seducción y soberbia.
Un saludo discreto a las autoridades del lugar y el show comenzaba tal cual lo planeado.»

«Una de aquellos días de mis once años me encontró afectado por una indisposición estomacal que allí… y por aquel entonces se llamaba “empacho”; enterado de la emergencia mi gran amigo Tito Mateljan me llevó pedaleando a contramano de los rayos del sol de la tarde.»

«Se tomaron el tren en Retiro y llegaron donde el destino los había citado: el tambo manual del Vasco rico de la zona rural de Iriarte, don Agustín Goyenechea Irasusta. Tenía unas doscientas vacas en ordeñe, que vivían a la intemperie y …como pocas veces en el transcurso de sus vidas ellos habrían coincidido en algo : “Ese vasco estaba rematadamente loco”.»