historias

«Se tomaron el tren en Retiro y llegaron donde el destino los había citado: el tambo manual del Vasco rico de la zona rural de Iriarte, don Agustín Goyenechea Irasusta. Tenía unas doscientas vacas en ordeñe, que vivían a la intemperie y …como pocas veces en el transcurso de sus vidas ellos habrían coincidido en algo : “Ese vasco estaba rematadamente loco”.»

«Olegario “Moncholo” Montiel, Francisco “Malacara” Sorobeo, Ramón “Cacique” Herrera, Juan “Mandinga” Aparicio, “El Toto” Cincunegui y “Cabecilla” Hernández ya estaban juntos desde el mediodía.
El único que faltaba era Placentero.»

«Un día, dirigiéndose a Martín Odriozola, vasco con un buen pasar, buen sentir y bastante mayor que él, le dijo “quisiera subirme a un caballo pero mi viejo me amenazó con una paliza si lo intentaba. ¡ Vos sabes como es el viejo…!”

«La noche de invierno del 17 de julio de 1962 presagiaba una velada boxística de primer nivel en el Club San Martín de Iriarte. Pelea pactada a diez rounds entre el crédito local Miguel “Cirujano” Bontempo y el campeón provincial Avelino “Rompehuesos” Sagardía. Arbitro del combate… ¡quién otro que no fuera el Cacho Arriola!»

Durante un tiempo fue profesora de piano. ¡Claro, había nacido para tener paciencia! Sus padres fueron, según mi pobre percepción, tan “chapados a la antigua” que me temo nunca se permitieron decirle : “te quiero”. Sin embargo, siempre supieron que contaban con ella. Para todo.»

«Nunca le importó – porque yo presiento que así fue – ni el baile en sí mismo, ni los partidos que no entendía. Sí le importaban un buen choripán y un vaso de tinto que alguien se encargaría de acercarle; y sobre todo, esperaba el cariño familiar del que tan mezquinamente lo había dotado la vida. Y tuvo su mayor familia en el pueblo entero.»

«Logró despertar la envidia de los invitados varones con su habilidad para los pollos a la parrilla rociados sólo con limón y la aprobación de las mujeres por su capacidad histriónica, que despertaba curiosidad y alegría. Innumerables “aplausos para el asador”, que él respondía con un simple gesto como no dándole importancia ( pero que en el fondo, disfrutaba)»

«Llegó el sábado 26 de mayo del 70. Frío, con una persistente y fina llovizna de otoño. En la fonda de la cancha de paleta de don Pedro Aramburu se habían congregado los peones de estancia y los trabajadores changarines del pueblo.»

«Fueron duelos de ingenio: él amagaba con irse, haciendo ruido como si se retirara de la habitación y ellos caían en la trampa ligando lo que viniera con chancleta o cinturón. Pero aún así, muchísimas veces se escaparon.»