Historias de Iriarte
Cuentos de Oscar Marzol
“Complaciente†Bermúdez era – según él – uno de los más fervientes amantes de la zona de Iriarte. VivÃa solo y su especialidad era la asistencia técnica de los distintos aparatos domésticos como televisores, heladeras, lavarropas, cocinas, controles remotos, termotanques, etc. etc.
Qué le permitÃa esta profesión? La posibilidad de ingresar, sin mayores reparos, a los distintos domicilios donde, seguramente, lo esperarÃa la mujer de la casa, dado que la mayorÃa de los hombres trabajaba afuera.
Conversador y comunicativo como el mejor de los pastores evangélicos de los canales brasileros a partir de la medianoche. Si no lo corrÃan con un argumento muy sólido, tomaba mate, comÃa un trozo del bizcochuelo casual, demostraba su capacidad técnica y si las circunstancias lo permitÃan, podÃa quedarse a cenar. Para algunas damas era casi insoportable. Para otras, era casi irresistible. El sabÃa distinguir las situaciones.
Cuando hablaba con sus amigos de confianza solÃa decirles que si alguien le gustaba, él no tenÃa lÃmites. Estaba dispuesto a todo porque su lema era “solo el que ama, comprendeâ€. No le temÃa a nadie y lucharÃa por su presa hasta las últimas consecuencias.
Marzo del 70. HabÃa entablado una clandestina relación con Macarena Villalba, esposa del “cuchillero†Miguel Espósito, residentes en una pequeña quinta a las orillas del pueblo.
El verano habÃa despertado las hormonas femeninas y masculinas, Miguel estaba en la trilla del maÃz y ella, al cruzarlo en el almacén de Gaudina en el pueblo, lo tentó con un encuentro sin lÃmites. Para qué…!
Cómo poder contener la tapa de la pava, cuando el agua hierve.
Ni bien se escondieron los últimos reflejos de un sol abrazador, a quien él rezaba para que se apagara lo antes posible, salió caminando con su linternita en la cintura para que le facilitara el retorno.
Se acomodó el pañuelito al cuello y un pullovercito al hombro por si la noche le regalara tiempo y al llegar a la puerta, relajado, se encontró con una voz gruesa que le preguntaba – con enojo – quién es…?
Ante la segunda requisitoria, su veloz mente eligió el paraÃso más cercano y sin necesidad que alguien “le hiciera pie†se encontró subido a la primera horqueta que estaba a unos tres metros de altura.
Salió Miguel – dispuesto a todo- repitiendo la pregunta.
“Complaciente†– dispuesto a nada – se quedó inmóvil.
Avanzaron los mosquitos y cada vez que Complaciente hacia algún ruidito evitando el calambre en la posición elegida, algunos gorriones volaban de las ramas y el perro botón, ladraba un rato. Estuvo hasta las cuatro de la mañana tratando de lograr la confianza del perrito- que por suerte resultó muy dócil – y cuando logró bajar, corrió cinco cuadras sin darse vuelta y sin linterna. Menos mal que era de no temer y luchar…
A la mañana siguiente el matrimonio se encontró casualmente con “Complaciente en el almacén de don Ernesto Amicucci. Ella le habÃa dicho “Hola.., qué cara de mal dormido tenés†y Miguel le aconsejó “Paisano, si algún dÃa de estos necesitás acercarte al rancho, al anochecer, avisame a la tarde porque no quiero sorpresas. Anoche, creo que intentaron robarnos. Salà con la escopeta, pegué unos gritos pero no pude ver nada.
Complaciente, suspirando profundo, contestó “y…si, hay que tener mucho cuidado ahoraâ€.
Aún hoy ni se acuerda qué era lo que fue a comprar al almacén.
Una noche de asado y vino, medio entonado, se animó a decirles a sus amigos “Les voy a contar algo que me pasó, sin decirles cuándo, dónde, con quién ni lo que sentÃ…â€
Oscar Marzol
Iriarte 9 de Mayo de 2020
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Muy bueno!!!